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La idea de ver siempre dragones cada vez que tocaba el
llamador, le hizo pensar que significaba algo, que aquello era un mensaje… con
lo escéptica que había sido siempre.
El dragón la observaba, no había perdido la expresión amable
de su cara, abrió la boca como para decir algo; en el fondo de su garganta
apareció una perla con un brillo sin igual.
Luna fue consciente de pronto, que se encontraba ante
un ser excepcional, según había leído,
ese dragón representaba el poder del sol, de la fuerza que en él reside, de la
lluvia, del rayo, del trueno, del equilibrio de la naturaleza…todos estos pensamientos
se sucedían a gran velocidad en su mente…eso justificaba ahora dónde se encontraba, pero aún se preguntaba
por qué estaba allí.
Soltó el llamador de golpe y cayó al suelo. Un maullido
agudo llenó la estancia. Lara acudió de inmediato. Luna estaba paralizada,
ausente, solo reaccionó ante la voz que pronunciaba su nombre.
-Luna ¿Estás bien? –gritó Lara preocupada
- Si, no es nada. Se me resbaló de las manos. ¡Cuánto
lo siento!
-No te preocupes, no parece haber sufrido ningún daño.
–Recogió el llamador del suelo y lo puso en la estantería.
-Lara, así de pronto me encuentro muy cansada.
-Si quieres nos vamos, ¿Te llevas el llamador?
-No sé, me produce sentimientos encontrados, pero cada
vez me siento más atraída por él.
-Si quieres, piénsatelo unos días, y cuando estés
decidida me llamas.
-Tienes razón, ahora no soy capaz de decidir. Te
llamaré.
-No tengas prisa, me temo que tardaré tiempo en poder
cerrar definitivamente esta casa. Al principio venía mucha gente, pero ahora apenas
vengo un par de veces a la semana.
Como la primera noche después de visitar la casa, Luna
no fue capaz de conciliar el sueño, aquellas imágenes y sonidos que parecían
olvidados volvían a reverberar en su memoria y cada vez aparecían más nítidas.
Esa noche los sueños fueron muy intensos, muy inquietos
y los podía recordar por la mañana como si los hubiera vivido de verdad. Aún
dudaba que no estuviera todavía en el sueño, pues era tal la nitidez con la que
recordaba los detalles…vivió toda la noche la celebración del año nuevo chino.
En medio de una calle bulliciosa atestada de gente, se vio bajo el cuerpo de un
inmenso dragón de tela que danzaba al ritmo de gons y tambores. Junto a otras
personas, que no conocía de nada lo hacían danzar para ahuyentar los malos
espíritus y para que se llevara la mala suerte, persiguiendo a un hombre que
llevaba una esfera en el borde de un palo. Se acordó que esa escena
representaba el conocimiento, perseguir al conocimiento. ¿Sería otro mensaje?.
Luna cada vez estaba más confundida.
Se sucedieron días un tanto extraños, si seguía así
caería en una depresión.
Quería pensar de forma razonable, que todo había
sucedido de forma casual, que había estado muy imbuida por la cultura oriental
y ahora le estaba pasando factura, ya no sabía qué pensar y si durante el día lo
conseguía, la noche era insoportable.
Las horas se sucedían lentamente alternando periodos de
sueño aunque intranquilo, con periodos
de insomnio en los que no dejaba de escuchar aquel maullido.
No se decidía, bien era cierto que aunque eran
encuentros extraños cada vez que tocaba el llamador, también recobraba una paz
que no había tenido en todos estos días.
Al final, marcó el número de teléfono de Lara. La
espera se le estaba haciendo interminable, Lara no acababa de coger el
teléfono.
-¿Sí, dígame? –sonó al otro lado de la línea.
-Hola, está decidido, me quedo con el llamador
–sentenció Luna.
-Creo que es una buena decisión.
- ¿Cuándo podremos acercarnos a por él? Después de
todos estos días de pronto me ha entrado la prisa.
-¿Te viene bien esta tarde?
-¿Estás de broma?...pués claro que sí, dime la hora y
estoy allí como un clavo.
- Salgo del trabajo a las ocho, ¿te viene bien las ocho
y media?
- Allí estaré –confirmo Luna con la voz casi
temblándole.
Llegó a la puerta diez minutos antes de la hora
acordada. Tiempo que se le hizo interminable, hasta que vio aparecer de nuevo
el utilitario azul bajando la cuesta.
-Por fín te has decidido –fue el saludo de Lara.
-Sí, me ha costado , pero al final aquí estoy.
Otra vez dentro de la casa ese olor ocre a cerrado…más
huecos vacios entre los pocos muebles que quedaban, más polvo en las
estanterías, más silencio…
Notaba como el pulso se le aceleraba a medida que se
acercaba al llamador, pero ahora era muy distinto, una calma la inundaba,
estaba serena, en paz con todos los elementos. Un maullido rompió el silencio
casi perfecto que reinaba en el pasillo. Luna miró en todas direcciones,
buscando al gato que maullaba pero no parecía haber ni rastro del animal. Tan
solo en la pared se proyectaba una sombra que más que a un gato, le recordaba a
un dragoncito pequeño, muy pequeño.
Cogió con decisión el llamador esperando que ocurriera
algo extraordinario como en ocasiones anteriores; pero curiosamente no sucedió
nada. Luna se extrañó, pero lo agradeció.
No perdería ni un segundo, se despidió de Lara decidida
a irse a casa para colocar el llamador en la puerta.
Prácticamente estaba colocado, se echó hacia atrás para
verlo con más perspectiva, le pareció que el llamador la miraba, se acercó de
nuevo, lo tocó. Que sensación más extraña la invadía, cada vez se sentía más
liviana, flotaba cierto olor a azufre en el ambiente, y de fondo, esa música
que le resultaba tan familiar. Parecía que se descompusiera en ínfimos pedazos que
se volvían a recolocar, pero ya no era ella, ahora…maullaba y permanecía inerte
sobre la puerta de su casa.
Texto y foto: Pepa Cid.